MARTIRES DE LA IGLESIA EN RUANDA
(Testimonios de hermanos del Camino Neocatecumenal)
por Enrico Zabeo
Kigali, 5 - Septiembre - 1994
Enrico Zabeo, itinerante del Camino Neocatecumenal en Ruanda, a las comunidades de su parroquia de procedencia, Santa María Goretti de Roma, Junto con algunos relatos de los miembros de las comunidades neocatecumenales de aquel país africano que presenciaron persecuciones y muertes violentas de sus hermanos en la fe.
Ignacio Moreno y Jeanne Watrelot son los otros dos miembros del equipo itinerante responsable de Ruanda que iniciaron, junto con el padre Enrico, el Camino Neocatecumenal en aquella zona centroatricana.
Ignacio Moreno es catequista de la primera comunidad de la parroquia San Lorenzo• de Valencia y Jeanne Watrelot de la primera comunidad de la parroquia Notre Dame de la Bonne Nouvelle de París.
Ignacio Moreno – Itinerante desde octubre de 1983 (en Aragón, Calatayud…). En octubre de 1989 enviado a Ruanda, Burundi y República Centroafricana.
GENOCIDIO DE RUANDA
Se denomina Genocidio de Ruanda al intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda en 1994. En Ruanda se distinguían dos estamentos dentro de la etnia Banyaruanda, a la que pertenece toda la población: la mayoría hutu y el grupo minoritario de tutsis.
Ambas distinciones fueron eliminadas de los carnets de identitad en 1994. No es posible distinguir los ciudadanos porque no hay ni rasgos raciales ni lingüísticos especificos de hutus y tutsis. Antes de la independencia del país, sus líderes siempre fueron tutsis. Desde 1961 hasta 1994, el poder fue asumido por los hutus.
Grégoire Kayibanda fue el primer presidente de una Ruanda liberada del dominio colonial. Los datos de crecimiento económico y estabilidad social eran esperanzadores. A pesar de las diferencias acumuladas durante siglos, tutsis y hutus lograban convivir sin llegar a enfrentamientos generalizados. La masa campesina accedía a la enseñanza y el país, sin demasiados recursos, progresaba. Aun así, los tutsis partidarios del régimen monárquico en el exilio se organizaron en los países limítrofes y lanzaron diversos ataques contra el gobierno ruandés, sin mucho éxito. El odio entre partidarios de la república, de mayoría hutu, y partidarios del régimen anterior a ésta, mayormente de la etnia tutsi, aumentaba y aunque todavía, al principio de la década de los 70, el enfrentamiento no era exarcerbado, ya se estaba fraguando una división social pronunciada que produciría conflictos mayores.
A raíz del asesinato de los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira, respectivamente, se inició una contienda entre las dos etnias mayoritarias de Ruanda donde la violencia llegó a límites difíciles de imaginar.
Tras el homicidio de los dos presidentes centroafricanos, el ejército ruandés (de mayoría hutu) y milicias armadas y organizadas de hutus radicales, los llamados Interahamwe (que significa "golpeemos juntos"), son entrenadas y equipadas por el ejército ruandés entre arengas y ánimos a la confrontación con los tutsis por parte de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas (RTLM) dirigida por las facciones hutus más extremas. Estos mensajes incidían en las diferencias que separaban a ambos "grupos étnicos" y, a medida que avanza el conflicto, los llamamientos a la confrontación y a la "caza del tutsi" se hicieron más explícitos, especialmente a partir del mes de abril en el que se hizo circular la historia de que la minoría tutsi planeaba un genocidio contra los hutus.
Probablemente, nunca se sabrá cuántos muertos provocó. Se calculan entre 500.000 y 1.000.000. Si fueron 800.000 equivaldrían al 11 por ciento del total de la población y 4/5 de los tutsis que vivían en el país. Tampoco se sabe cuántas víctimas ha provocado la venganza tutsi. Aunque se habla del "otro genocidio", parece que no es en absoluto comparable.
Resumen / selección del escrito de Enrico Zabeo
Queridísimos hermanos:
La paz esté con todos vosotros. Desde hace poco más de una semana me encuentro de nuevo en Ruanda, de paso hacia Burundi. El Señor nos ha facilitado cada cosa y ha abierto las puertas para que pudiésemos encontrar a los hermanos que quedan y tener noticias de los otros. Los hermanos se están recuperando poco a poco. Algunos han vivido estos tres meses de guerra escondidos, con hambre, tensión, y todo lo que esto comporta. Todos, han sido marcados por la presencia del Señor a su lado.
La palabra del Señor, los salmos, los cantos de la Pascua que resonaban en su interior, les han dado ánimo y esperanza. ¡No es lo mismo vivir estos terribles acontecimientos con un poco de "sal" que da el Señor, que vivirlos sin nada! En general, en las comunidades neocatecumenales del sur, es decir, en Lungombwa, Butare y Nyanza hay muchísimos hermanos muertos; en Kigali las cosas han ido un poco mejor; a nosotros, pero sobre todo a los hermanos de la capital, les ha parecido claro que Dios tiene un diseño para ellos para los días que vendrán en el sentido de que haber escapado y salido indemnes de esta tempestad se debe sólo a la gracia y a la voluntad del Señor, a fin de que se conviertan en sal, luz y fermento de esta ciudad y de este país, lo cual ha empujado inmediatamente a los hermanos a buscarse unos a otros y a empezar a reunirse para las celebraciones. Dicen haber experimentado la Resurrección: haber pasado por la muerte anunciada…, viendo cómo la Pascua se hacía realidad, es decir, viendo la intervención de Dios que les libraba de la muerte allí donde humanamente tendrían que haber sido matados. Frescos del Primer Escrutinio y sobre todo por la celebración de la noche de Pascua, tuvieron en estas liturgias fuertes su alimento y la fuente de esperanza viva y verdadera.
En Nyanza, a pesar de que mataron a muchos, quienes sobrevivieron cuentan la Pascua: dos chicas, en situaciones diferentes, por dos veces fueron arrojadas al agujero con otros cadáveres, llenas de heridas y garrotazos, y por dos veces lograron salir de él encontrando la salvación.
Otra chica, la que estuvo el año pasado en Denver, murió rezando por los asesinos que la hicieron pedazos. Con ella estaba su padre, también de la comunidad, y algún hermano de carne: la madre y otros hermanos y hermanas huyeron tomando otra dirección y fueron también asesinados. De toda la familia sólo queda un chico. En Butare supimos de un muchacho del Camino al que mataron por no haber aceptado matar, de otro dispuesto a morir por haber escondido a dos hermanas buscadas por los asesinos.
Oír los testimonios de los hermanos ha sido para mí un gran consuelo. Ver la iluminación de algunos hermanos y hermanas ha sido una catequesis inigualable hecha de acontecimientos de vida, no de palabras vacías.
JUSTIN FURAHA, presbítero: asesinado a palos y golpes de machete el 30 de mayo cuando junto a otros dos hermanos les hicieron salir de la prisión de Butare para volver a la libertad, a través de un pasaje secundario. Apenas salieron, detrás del muro, había un grupo de milicianos esperándoles; una fosa común estaba allí al lado, los mataron.
JEAN-BAPTISTE y BERNARDETTE: matrimonio responsable . Los primeros asesinados en Nyanza. Su casa echada por los suelos. Los soldados y los milicianos se ensañaron con ellos que, como responsables de la 1ª Comunidad. personificaban en Nyanza el Camino Neocatecumenal. El 22 o 23 de Abril, a Jean-Baptiste y Bernardette les hicieron salir de
casa y les molieron a palos.
Un joven hermano, Innocent Habyarimana, superviviente de las masacres, nos contaba que durante su fuga había oído a los milicianos, contar admirados el modo en el que los hermanos de las comunidades habían muerto.
A los milicianos les había chocado la dignidad y serenidad con que los hermanos afrontaban la muerte, de manera totalmente distinta a los demás. Los hermanos, de hecho, se entregaban sin resistencia, sin desesperarse, sin insultar y sin odiar. Y esta actitud, que ciertamente no significaba la ausencia de miedo, era propia también de los hijos pequeños de los hermanos: los niños, en efecto, a pequeños pasos, la cabeza baja, la manos cerradas, los brazos cruzados sobre el pecho, afrontaban la muerte atroz junto a los padres. A éstos los milicianos, burlándose de ellos, les gritaban: Os han enseñado bien en vuestras reuniones nocturnas la disciplina para afrontar la muerte".
(MARIE-)GRACE UWERA, Grace para los hermanos, 25 años, profesora, catequista. Guapísima muchacha, entra en el Camino en la primera catequización de octubre del 89. Era ya su quinto año de Camino.
Después del 6 de Abril, día del derribo del avión presidencial y del comienzo de las masacres, Grace se refugió durante la noche junto a un matrimonio hutu de su comunidad, Michel y Berthilde, Más tarde, no encontrándose ya segura allí, dormía con sus padres y sus hermanos, fuera, al aire libre, escondidos, para evitar ser sorprendidos en casa. Cuando llegaron los asesinos se fugó con su hermana Letizia, de 20 años, de la segunda comunidad, llevando consigo la Biblia. Sus padres y sus hermanos más jóvenes escaparon en otra dirección. Todos fueron apresados y asesinados. De la familia de Grace queda sólo un muchacho, Delphin, de 18 o 19 años, que está en la tercera comunidad si no me equivoco. Atrapada por los milicianos,• Grace fue llevada a un puesto de control en el que se hacían las ejecuciones y donde estaba la fosa común .. Antes de ser asesinada pidió un tiempo para rezar. Dijo a sus asesinos: mundekere akanya, nisabire nkabasabira: "dejadme un momento para rezar por mí y también por vosotros". Cogiendo la Biblia la abrió (¿al azar?), leyó, rezó, y después se dirigió a los asesinos diciendo: jmoneho mugire icyo mushaka!: "ahora haced lo que queráis". Y ofreció la cabeza. Parece ser que fue golpeada en primer lugar con un golpe de azada sobre la cabeza, y luego acabaron con ella a golpes de machete.
JEANNE d'ARC, sobrevivió. Durante tres meses fue más allá de la muerte, viendo cómo la "Pascua" se hacía presente continuamente: de muerte en muerte y de liberación en liberación. Le venía a la mente el canto Levanto mis ojos a los montes , y también Hijas de Jerusalén. que habíamos enseñado en el Anuncio de Pascua. Atravesar ilesa los puestos de control llenos de milicianos sedientos de sangre fue para ella como atravesar el Mar Rojo; vivir durante tres meses sin dinero y sin nada le ha hecho creer en la verdad de la Palabra del Primer Escrutinio. Dios existe y provee; y si ha salvado una vez, puede salvar una segunda y una tercera, y así siempre.
Todo empezó la noche del 7 de Abril. Entra en casa de Jeanne un soldado: sus cinco hijos aterrorizados salieron corriendo y no los volverá a ver hasta el final de la guerra, después de tres meses ¡ella los creía ya muertos! El soldado la obliga a echarse al suelo, tumbada boca arriba, comienza a robar la ropa y los objetos que encuentra metiéndolo todo en una maleta; a continuación le ordena a Jeanne que cierre bien la maleta: si obedece será matada con un solo golpe de fusil, en caso contrario sería hecha pedazos por los milicianos. Pero antes tendrá que acostarse con él, a lo que Jeanne d' Arc se opone categóricamente. El soldado se burla de ella con desprecio: “¡Siempre tan orgullosos vosotros los tutsis!". Jeanne cierra temblando la maleta, y el militar se va después de haberle obligado a quedarse en el suelo tumbada boca abajo, enviaría a algún otro a matarla.
Pasan unos 20 minutos, llega un vecino que le hace saber que el militar ha sido asesinado por sus colegas deseosos de apoderarse de la maleta, creyendo que contenía dinero. Para Jeanne comienza entonces un tiempo de aventuras vividas en la fe. En su relato ningún odio o acritud o deseo de venganza, sino mucha serenidad; todo a la luz de la Palabra y de la Pascua. Impresionante y reconfortante.
Así pues se ve obligada a marcharse a otro lugar y a permanecer escondida sin moverse durante más de 20 días en casa de un miliciano carismático (renovación en el Espíritu), a menudo sin alimento ni agua para beber; luego, obligada a cambiar de refugio, tiene que atravesar bastantes puestos de control en los que le gritan: "No te matamos nosotros aquí, ya se ocuparán los del control siguiente de acabar contigo". Pasa así las barreras hasta llegar en plena noche a la Santa Familia, donde están refugiados varios miles de personas. Pero la puerta está cerrada y tiene que quedarse fuera entre los hutus y los milicianos ... Una monjita abre un instante la puerta no sé por qué, y Jeanne logra entrar. Salvada por el momento; pero de día los milicianos vienen para elegir a los que tienen que ser matados. Un día se encuentra de frente a su ex-novio convertido en miliciano y Jeanne cree que ha llegado su última hora; sin embargo el muchacho le entrega 2.000 francos con los que ella puede comprar un bidón de agua y lavarse. Pasan algunos días y un coronel la reconoce (Jeanne era conocida porque trabajaba, y trabaja todavía, en la embajada americana de Kigali), la saluda y le dice que volverá al cabo de unos diez minutos. Sin duda para matarme, piensa Jeanne, mientras que a la vuelta el militar le da dos billetes de 5.000 francos. En aquellos días hacía estragos entre los refugiados la disentería: poca agua y carísimas las medicinas. Jeanne da sus 10.000 francos para comprar medicinas para los enfermos: ¿Acaso Dios no la había mantenido viva todo este tiempo sin dinero? No se acabaría nunca de contar los detalles: ¡casi una antología de "florecillas"! Jeanne será más tarde evacuada junto a los refugiados por las fuerzas de la ONU y llevada a zona segura, a mediados de junio. Podrá así encontrar de nuevo a los hijos, la hermana y los sobrinos.
En el ¡campo de prófugos de Nyarushishi, (Goma) donde estuvieron acampados los refugiados supervivientes del estadio de Cyangugu, encontramos algunas hermanas: 3 que quedaron viudas y 4 chicas: Alphonsine, Léotalie, Francoise, etc. Las que primero nos vieron llegar en una camioneta de la ONU que nos había recogido en autostop iban repitiendo: ¡¡Dios nos visita como a Abraham, nos visita con sus tres ángeles, como visitó a Abraham. ¡Fue algo muy conmovedor!
En medio de una extensión de carros blindados, las tiras de plástico blanco y azul de las tiendas, entre una marea de gente pequeña y grande, nos sentimos acogidos con alegría, estupor y reconocimiento. Las hermanas nos llevaron, dando una gran vuelta, por las tiendas para buscar a las demás.
Durante dos horas largas estuvimos con 10 hermanas bajo la tienda escuchando y respondiendo a sus numerosas preguntas. Eran de una comunidad joven, nacida en el verano del 93. Nos dijeron enseguida que escapando de las colinas se habían preocupado de encontrar sobre todo la Biblia y el Léon-Dufour (más de 80 temas traducidos en Kinyarwanda) y que siempre habían preparado y celebrado la Palabra. Refugiado con ellas había estado un chico de Nyanza, de una comunidad (la tercera, creo) más antigua que la suya, pero siempre en la fase del precatecumenado. Ayudadas por él y con él, habían hecho todo regularmente y con alegría. Impresionante constatar que no proferían palabra alguna de tristeza, de rabia, lamento o murmuración. Y sin embargo, desde hacía ya 6 meses no tenían nada y comían granos de maíz con judías cocidas, ¡y sólo eso! La Palabra las saciaba. Nos impresionó verdaderamente su alegría.
Alphonsine, la mayor, a quien le habían matado marido, hijos y otras personas queridas, nos hizo, entre otras, una pregunta: Nosotros conocemos a los asesinos de nuestros seres queridos, están todavía allí en las colinas, son nuestros vecinos, los conocemos bien: ¿podemos denunciarlos a los soldados del Frente Patriótico? ¿No es justo hacerlo?. A •lo que Ignacio, previniendo mi moralismo de cura, respondió inspirado: "Nosotros no tenemos respuestas humanas nuestras a ese propósito. Pero hay una respuesta que viene del Señor..". "Sí, la de perdonar y amar a los enemigos. Pero no es fácil... ¡pero es la verdad!". Y fue una alegría recordar de nuevo con ellas el Kerigma, la misión de la Iglesia, las catequesis de la convivencia final sobre el sermón de la montaña. Al final Alphonsine, radiante, exclama y repite: "Sí, ésta es la verdad, ésta es la verdad", como para subrayar que no puede haber otras verdades para ella y sus compañeras y como para decir que se esperaba de nosotros precisamente esta respuesta, como confirmación de que el camino que sigue no es un engaño sino la verdad.
Dos horas largas animadísimas y llenas de alegría, serenidad, gran consuelo y agradecimiento al Señor. Aun no teniendo nada, ¡lo tenían todo! Ninguna nos pidió nada como dinero o cosas similares. Es más, esto fue para mí un signo, también en las otras comunidades: nadie pidió dinero, cosa en cambio normalísima si nos hubieran identificado con el clásico misionero extranjero. En cambio, ¡hermanos entre hermanos! Signo de que ha nacido un nuevo tipo de misión, de evangelización, de misionero.